
"Crecer es una tarea difícil, una fatalidad".
Valencia, 11/06/2009
El poeta Ángel González dejó una de las obras líricas más relevantes en lengua española, pero también fue testigo privilegiado de uno de los períodos más convulsos en la historia reciente de España: la Guerra Civil. Luis García Montero construye el retrato del poeta y recorre los primeros años de su vida para rescatar la mirada de un niño que tuvo que crecer sin la figura de su padre, pero con toda la fuerza de una familia y una geografía que se resistían con uñas y dientes a dejarse vencer.
Una novela que pretende ser el testimonio de una realidad, escrita con humor, admiración y ternura, con una prosa que funde el ensayo con la historia y la biografía con el lirismo. “Es un libro que no se somete a una idea convencional del género –confirma Luis Gª Montero- . Había empezado escribiendo una biografía convencional, pero cuando recogí toda la documentación me di cuenta de que el tono profesional de profesor perdía lo que más me interesaba: la emoción con la que una persona mayor recordaba su infancia, ya que el pasado forma parte del presente y por eso pensé que era mejor utilizar los recursos de la ficción. Así, me ha quedado como una biografía novelada o como una novela basada en la memoria de un personaje”.
Mañana no será lo que Dios quiera es un homenaje a un territorio, a una familia, a los amigos y a los libros, que levantaron el espíritu del joven en ciernes que con el tiempo se transformaría en uno de los más grandes y premiados poetas de este país durante el siglo XX. Así lo ve el autor: “ la novela es un homenaje a toda una generación, aspecto que me parece importante porque en la poseía de Ángel había mucho de eso, al igual que en la de Antonio Machado. La literatura me ha permitido dar vida a los fríos documentos y evocar unos años que fueron decisivos para toda la sociedad española, como son los relativos a la proclamación de la República, la guerra civil y la primera etapa de la dictadura franquista”.
Luis Gª Montero asegura también que “ al escribir tuve claro que la memoria es un género de ficción. Porque uno recuerda u olvida para ir configurando una realidad que le permita habitar el presente y vivir el futuro. He hecho, en definitiva, lo mismo que hacía Ángel, utilizando los mismos recursos que cuando escribo poesía amorosa. En este sentido, decía Bécquer que si un poeta te escribe un buen poema de amor desconfía de su amor, porque no se escribe con el corazón caliente sino con la cabeza fría. Se trata de hacer sentir al lector ya que no es tu historia de amor la que interesa, sino la que puede sentir cualquier ser humano. Los recursos de la ficción son fundamentales para conseguir que un desahogo personal se convierta en una experiencia universal”. Y añade: “Una cosa es al vida y otra la literatura, que no puede permitirse historias de buenos y malos porque exige el matiz. Es una manera de responder a la propia ética de la poesía de Ángel porque vivió la guerra en una familia de perdedores y, a pesar de todo, siempre trabajó su poesía para que el recuerdo no se convirtiera en un lugar de rencor. Es un resistente que busca siempre el lado luminoso. Ángel. Y muchos más de su generación, representa a nuestros hermanos, nuestros padres, aquellos que nos enseñaron la responsabilidad de la decisión y la importancia de la dignidad personal”.
Sobre el autor
Luis García Montero nació en Granada en 1958. Es catedrático de Literatura Española y uno de los poetas más destacados del panorama literario actual, con títulos entre los que destacan El jardín extranjero (Premio Adonais, 1983), Diario cómplice (1987), Las flores del frío, Habitaciones separadas (Premio Loewe y Premio Nacional de Literatura, 1994), Completamente viernes (1998), La intimidad de la serpiente (2001, Premio Nacional de la Crítica 2003) y Vista cansada (2008). Como ensayista ha escrito varios libros y artículos sobre la poesía europea contemporánea: La otra sentimentalidad (con J. Egea y A. Salvador, 1983), Poesía, cuartel de invierno (1988 y 2002), El realismo singular (1993), Confesiones poéticas (1993), El sexto día (2000), Gigante y extraño. Las «Rimas» de Gustavo Adolfo Bécquer (2001), Los dueños del vacío (2004) e Inquietudes bárbaras (2008). Aparte de varias ediciones críticas de obras de Federico García Lorca, Rafael Alberti y Carlos Barral, ha adaptado para la escena algunos clásicos, como Otelo, La Dorotea o La Celestina.