Valencia, 14/06/2015
El titular, que evidentemente está mal construido, corresponde a la traducción españolizada del excelente libro-documento, editado en 1981, “Vous avez la mémoire courte…” de tres periodistas: dos franceses René Grando y Jacques Queralt, y el catalán, Xavier Febrés.
Podía haberme ahorrado esta explicación titulando simplemente “Los españoles no tenemos memoria”, pero le habría restado fuerza anímica y emotiva porque mi propio padre formó parte, como víctima, de una historia vergonzosa que afecta a dos naciones: A España bajo un régimen dictatorial y a la República Francesa con un Gobierno que traicionó a los republicanos españoles y su pueblo que los despreció. La primera por no defender a sus compatriotas republicanos que habían cruzado la frontera tras el triunfo de las tropas de Franco, y la segunda por tratar a nuestros exiliados de una forma vejatoria, indignante, insolidaria y nada humana.
En 1939 y en tan solo tres semanas 14.600 republicanos, entre ellos mi padre, jovencísimo soldado valenciano de la llamada “Quinta del biberón”, fueron “alojados” en campos de refugiados en las inhóspitas playas de la costa del Rosellón.
Como así se recoge en el citado libro, el Gobierno francés aprovisionaba a los prisioneros españoles, porque eso es lo que fueron, con 150 gramos de pan y dos sardinas por día: “Ils sont là par milliers ces êtres venus d´aillers, stupéfaits de trouver au bout du voyage une planète aussi inhospitalière. Une plante morne et triste….”.
Indignidad, insolidaridad y muchos otros adjetivos lúgubres describen lo que tuvieron que pasar los prisioneros republicanos en unas playas azotadas por la tramontana, sin infraestructuras y custodiadas fundamentalmente por tropas coloniales francesas.
El libro me lo recomendó el hijo de un exiliado español que ejercía como director de una entidad bancaria en Perpignan , en el transcurso de una entrevista que le realizaba para la publicación en que en aquellos momentos yo trabajaba como periodista.
Nada más finalizarla me dirigí a adquirirlo con el objetivo de regalárselo a mi padre que sufrió esa maldita estancia en el campo situado en las playas de Argèles-sur-Mer.
Pero antes pude leerlo.
Toda esta larga introducción ha sido la excusa para no entrar ahora a valorar lo que está ocurriendo y puede ocurrir en nuestro país tras las pasadas elecciones locales y autonómicas con el triunfo, mediante pactos, de las fuerzas de la izquierda. Les daré los cien días. Aunque ello no sea óbice para que ejerza mi opinión o crítica ante acciones o actuaciones puntuales que considere se las merezcan.
De momento, solo expresaré mi desazón por ciertos comportamientos de responsables políticos que han logrado acceder al poder, y otras opiniones vertidas por simpatizantes a dichas formaciones en las que se transpira, o a mí así me lo parece, un espíritu, una intención revanchista y peligrosamente sectaria.
Les daremos esos cien días de rigor para poder comprobar si sus pactos y promesas son reales, utopías o simples engaños. Lo digo porque algunas de ellas me recuerdan al espíritu y las soflamas de la época negra citada.
Ya están en el poder y con ello en el ojo del huracán de nosotros los ciudadanos y muy especialmente de los que sí tenemos memoria.
Mario Beltrán PIlato
El titular, que evidentemente está mal construido, corresponde a la traducción españolizada del excelente libro-documento, editado en 1981, “Vous avez la mémoire courte…” de tres periodistas: dos franceses René Grando y Jacques Queralt, y el catalán, Xavier Febrés.
Podía haberme ahorrado esta explicación titulando simplemente “Los españoles no tenemos memoria”, pero le habría restado fuerza anímica y emotiva porque mi propio padre formó parte, como víctima, de una historia vergonzosa que afecta a dos naciones: A España bajo un régimen dictatorial y a la República Francesa con un Gobierno que traicionó a los republicanos españoles y su pueblo que los despreció. La primera por no defender a sus compatriotas republicanos que habían cruzado la frontera tras el triunfo de las tropas de Franco, y la segunda por tratar a nuestros exiliados de una forma vejatoria, indignante, insolidaria y nada humana.
En 1939 y en tan solo tres semanas 14.600 republicanos, entre ellos mi padre, jovencísimo soldado valenciano de la llamada “Quinta del biberón”, fueron “alojados” en campos de refugiados en las inhóspitas playas de la costa del Rosellón.
Como así se recoge en el citado libro, el Gobierno francés aprovisionaba a los prisioneros españoles, porque eso es lo que fueron, con 150 gramos de pan y dos sardinas por día: “Ils sont là par milliers ces êtres venus d´aillers, stupéfaits de trouver au bout du voyage une planète aussi inhospitalière. Une plante morne et triste….”.
Indignidad, insolidaridad y muchos otros adjetivos lúgubres describen lo que tuvieron que pasar los prisioneros republicanos en unas playas azotadas por la tramontana, sin infraestructuras y custodiadas fundamentalmente por tropas coloniales francesas.
El libro me lo recomendó el hijo de un exiliado español que ejercía como director de una entidad bancaria en Perpignan , en el transcurso de una entrevista que le realizaba para la publicación en que en aquellos momentos yo trabajaba como periodista.
Nada más finalizarla me dirigí a adquirirlo con el objetivo de regalárselo a mi padre que sufrió esa maldita estancia en el campo situado en las playas de Argèles-sur-Mer.
Pero antes pude leerlo.
Toda esta larga introducción ha sido la excusa para no entrar ahora a valorar lo que está ocurriendo y puede ocurrir en nuestro país tras las pasadas elecciones locales y autonómicas con el triunfo, mediante pactos, de las fuerzas de la izquierda. Les daré los cien días. Aunque ello no sea óbice para que ejerza mi opinión o crítica ante acciones o actuaciones puntuales que considere se las merezcan.
De momento, solo expresaré mi desazón por ciertos comportamientos de responsables políticos que han logrado acceder al poder, y otras opiniones vertidas por simpatizantes a dichas formaciones en las que se transpira, o a mí así me lo parece, un espíritu, una intención revanchista y peligrosamente sectaria.
Les daremos esos cien días de rigor para poder comprobar si sus pactos y promesas son reales, utopías o simples engaños. Lo digo porque algunas de ellas me recuerdan al espíritu y las soflamas de la época negra citada.
Ya están en el poder y con ello en el ojo del huracán de nosotros los ciudadanos y muy especialmente de los que sí tenemos memoria.
Mario Beltrán PIlato