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10 dic 2009 NCV (Noticias Comunitat Valenciana)

“Inocencia radical” propone las claves para buscar una vida llena de pasión y sentido

Elsa Punset afirma que “nacemos inocentes, sin miedos, sin dudas”



Elsa Punset. Autora foto: Susana Alonso
Valencia, 09/12/2009, S.S.
Elsa Punset es escritora y periodista. Tras el éxito de su “Brújula para navegantes emocionales” nos propone ahora “Inocencia radical” una búsqueda constante que le de sentido y pasión a la vida. Y lo hace desde su privilegiada posición como coordinadora y formadora del grupo de la Universidad Camilo José Cela que desarrolla la implantación de un programa pionero en España de aprendizaje social y emocional. En su nuevo libro, usted asegura, de forma clara y rotunda, que “Nacemos inocentes”. Hasta ahora, sin embargo, nos habían dicho que nacíamos con “el pecado original”.

La idea de que nacemos culpables y propensos a la debilidad y a la maldad  ha sido un error histórico de siglos, que el psicoanálisis, ese intento por aproximarse de forma médica y estructurada al alma humana, no ha ayudado a disipar. Esto ha calado muy hondo en nuestra forma de vivir, de relacionarnos, de pensar acerca de nosotros mismos. 


Lo cierto es que tenemos una naturaleza compleja, llena de luces y de sombras, a la que nos hemos enfrentado hasta ahora con miedo y desconfianza. Tenemos que aprender a lidiar con un cerebro complejo programado ante todo para sobrevivir, que reacciona por tanto con miedo visceral antes la incertidumbre y las amenazas. Pero nacemos igualmente dotados para soñar, para empatizar con los demás, para crear, para disfrutar. Esto forma parte de las necesidades y los dones del cerebro humano y necesitamos imperativamente expresar esta parte de nuestra naturaleza para vivir en plenitud.


También afirma en su libro que dedicamos poco tiempo a la comprensión de quienes somos. Por lo tanto, “que seamos oscuridad o luz dependerá, sobre todo, de nuestro entorno y de que a lo largo de nuestra vida lleguemos a vislumbrar, a educar, a transformar”. Sin embargo, nadie puede elegir el lugar en el que nace. ¿Están condenados los que nacen en el llamado Tercer Mundo a no ser nunca luz?

¿Por qué? Todos los entornos que se dan en lo que se suele denominar el “tercer mundo” no son necesariamente  agresivos. Pero ciertamente, si el entorno es agresivo y poco transparente, y no ofrece la posibilidad de educar a sus ciudadanos, los estudios corroboran lo que el sentido común intuye- que las personas serán menos felices porque tendrán que ocupar su tiempo en sobrevivir- es decir, en desconfiar, en huir o en agredir. 

Así todo, uno de los mecanismos humanos básicos e innatos es la resiliencia, es decir la capacidad de superar los obstáculos, por difíciles que sean. Esta capacidad se activa sobre todo en base a dos elementos: encontrar el sentido de nuestras vidas y recibir afectividad de los demás. Se ha visto por ejemplo en los orfanatos, donde los niños que salen adelante mejor no son necesariamente los que tienen las circunstancias más fáciles, sino los que encuentran más apoyo afectivo por parte de los demás. Eso pone una gran responsabilidad en manos de cada persona, esté donde esté. ¡No vale con decir “yo no puedo ayudar”!... porque sí podemos ayudar a los demás a florecer y a superar circunstancias difíciles en cualquier entorno, como de hecho se comprueba a diario en muchas vidas y lugares. 

Y si nacemos inocentes, puros, ¿de qué depende que, según avanza la vida, seamos buenos o malos? ¿O nadie es absolutamente bueno o absolutamente malo?

Todos nacemos con un intangible, esas emociones universales que nos habitan y determinan. Pero estas emociones no son positivas o negativas en sí mismas, sino útiles o perjudiciales. Por tanto en principio, y con la excepción del 4 o 5% de psicópatas que nacen desprovistos de capacidad de empatía (no pueden ponerse en la piel de los demás), no nacemos buenos ni malos sino dotados de muchas posibilidades a veces contradictorias. Qué lado de la psique desarrollamos dependerá sobre todo del entorno y de la educación, pero también será una elección deliberada: podemos aprender a vivir, como decía la psiquiatra Elizabeth Kubler-Ross, desde el miedo o desde el amor. 

Describe en su libro unos esquemas que “afectan el ámbito de las relaciones íntimas, de la vida familiar y de las amistades” y que se centran, sobre todo, “en torno a los miedos relativos al abandono, a la privación, a la dominación, a la desconfianza y a la falta de amor”. Estos esquemas ¿son particulares y privativos de cada uno de nosotros o, una vez más, todos adoptamos alguno de ellos en algún momento de nuestra vida?

Tendemos, en base a nuestro temperamento y sobre todo a nuestra educación, a un determinado esquema o esquemas emocionales, que son simplemente respuestas rígidas ante determinados acontecimientos. Pero otro de los grandes mitos erróneos del siglo XX respecto al cerebro humano es que cuando llega a la edad adulta, resulta imposible de cambiar. Experimentos como los de los taxistas de Londres en el año 2000 han sido reveladores y claves: ellos tienen el hipocampo, la zona del cerebro dedicada a las relaciones espaciales, hasta un 25% más desarrollada que el resto de las personas. ¡Y sólo porque lo utilizan! Así hemos empezado a vislumbrar que el cerebro humano es en realidad plástico, capaz de cambiar y de transformarse, de aprender y de desaprender. Hay que ejercitarlo y guiarlo, como hacemos con el cuerpo físico.


Esto es algo muy reciente y tendrá consecuencias enormes en nuestras vidas, en particular en determinados campos como por ejemplo en la educación. Podemos tomar nuestras vidas en mano, podemos cambiar y transformar aquello que no nos conviene arrastrar. Cambiar solo exige conciencia, comprensión y repetición para el desaprendizaje de los patrones negativos. El cerebro está dispuesto a reinventarse si le ayudamos a ello. En Inocencia Radical, doy claves muy prácticas en ese sentido.

También habla usted sobre las raíces del mal. Pero, ¿existe un Mal absoluto? ¿Depende de quién lo valore? ¿Al Qaeda, por citar un ejemplo, es un MAL en sí mismo, o depende de que quien lo analice sea una “buena persona” o un “terrorista”?

Como apuntaba antes, sería absurdo negar que existe una parte pequeña de la población que vive en circunstancias o desde una actitud vital que resulta extraordinariamente destructiva  para los demás. Hay personas que claramente eligen, o se dejan arrastrar, a vivir desde el odio a los demás. Pero el dato clave es recordar que la suma total de bondad que hay en el mundo es mucho más elevada que la suma total de maldad. Si no fuese así, no existiría nuestra sociedad, que depende en gran parte de la empatía, la confianza y el apoyo entre sus miembros.

La ensoñación, la imaginación, la utopía, ¿son absolutamente necesarias?
Los humanos tenemos una serie de necesidades básicas muy variadas. A veces nos centramos solo en las más evidentes: en la necesidad de comer, en las necesidades sexuales, en la necesidad de sobrevivir… creo que apuntamos demasiado bajo en este sentido, que llegamos a olvidar que también son necesidades básicas la necesidad de compartir, de soñar, de crear, de vivir desde un lugar idealista. Tenemos esas capacidades, aunque no siempre las llegamos a desarrollar suficientemente. No siempre alimentamos como podríamos nuestras necesidades de orden superior. 

Sin embargo, tendremos que ponernos a ello: el ser humano es la única especie capaz de adaptarse a casi cualquier ecosistema; pero también la única especie tan propensa a las enfermedades mentales. Y según la Organización Mundial de la Salud, 1 de cada 5 personas padecerá una enfermedad mental discapacitante de cara al 2020; y para entonces la depresión será la causa más importante de enfermedad en Europa. ¿Qué haremos para prevenir y remediar esta situación insostenible?

Y, por último, ¿cómo podemos recuperar la inocencia perdida”
Comprender lo que nos pasa por dentro es el paso ineludible para  poder sacar partido a todos los dones de nuestra naturaleza humana. El siglo XXI va a ser el siglo donde por fin lograremos saber qué nos pasa por dentro. Aprenderemos a crear el entorno adecuado para ayudarnos a ser los más brillantemente posible nosotros mismos.


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