Última novela de Susana Fortes

Valencia, 02/08/2009
Hace apenas dos años, se descubría en México una maleta con material fotográfico perdido hacía más de setenta años. Fotografías inéditas de los tres pioneros del periodismo gráfico de guerra: Robert Capa, David Seymour , y Gerda Taro, la primera mujer corresponsal de guerra y la primera en morir desempeñando su trabajo.
¿Qué hay detrás de esta foto? ¿Quién era esta mujer que murió en España, en la batalla de Brunete, y cuál fue su relación con Capa, uno de los iconos de la fotografía mundial?
Algunas de estas respuestas son las que se plantea (y contesta) Susana Fortes en su última novela “Esperando a Robert Capa” donde cuenta la historia de amor y compromiso del fotógrafo y Gerda Taro, que atraparon el alma de un mundo en destrucción.
Son fotos magníficas de la Guerra Civil española, de la retaguardia, de los campos de refugiados españoles en el sur de Francia. Pero no todas son fotos de la contienda. En una de ellas aparece una mujer que duerme ajena a todo con un pijama de hombre que le viene muy grande. Es pequeña, rubia, de pelo corto. Es Gerda Taro y la foto está hecha por Robert Capa.
En 1935 Gerta Pohorylle, una judía alemana, llega a París huyendo del nazismo. Es una joven de izquierdas a la que le gusta bailar, fumar en boquilla y beber champán y nada la retiene ya en su país. Será entonces cuando conozca a un húngaro judío sin un céntimo. Se llama André Fiedmann y es tan guapo como un actor de cine. Extrovertido, charlatán, acaba de cumplir veinte años y habla de la fotografía como si fuera una nueva religión, una sociedad secreta. Gerta se deja invadir por su entusiasmo. Le parece un modo muy interesante de ganarse la vida, pero André la saca de su error. La mitad de los refugiados de París quiere ser fotógrafos. La competencia en feroz. Cuando vuelven a encontrarse, André está borracho y le habla de su trabajo que firma otro porque el ?no es nadie?, dice, nadie le ve ni le conoce. Es quizá en ese momento cuando Gerta decide adoptarlo.
La autora de esta historia, que ha ganado el Premio de Novela Fernando Lara, es Susana Fortes ¿Qué le satisface más del Premio: poder llegar a más lectores, que le reconozcan su trabajo, el dinero del galardón, ...?
Este es un oficio duro y competitivo. A cualquiera le gusta que le reconozcan su trabajo y el que diga lo contrario miente como un bellaco. Tener más lectores es el mejor premio, por supuesto, pero cuando hay que llegar a fin de mes, el dinero tampoco viene mal.
Usted ha dedicado parte de su vida a estudiar la vida y obra de Robert Capa, colecciona libros y catálogos sobre el fotoperiodista húngaro y conoce también el trabajo de la que fue su compañera sentimental, la alemana Gerda Taro. Con todos estos conocimientos supongo que tenía material suficiente para escribir una biografía o un ensayo sobre ambos pero ha preferido plasmar una etapa de sus vidas en forma de novela. ¿Existe alguna razón especial? ¿Se siente más cómoda “narrando” que “ensayando”?
Sin duda. No me interesaba escribir un ensayo. He sido muy respetuosa con sus datos biográficos, pero quería que el tiempo de la narración estuviera vivo y eso sólo es posible si consigues llenarlo de tensión, de humor, de broncas, de sentimientos contradictorios. O sea, en una novela.
Si escribir una novela fuera una cuestión de porcentajes, ¿en que proporción se entremezclan la imaginación y la documentación en 'Esperando a Robert Capa'?
La documentación fue exhaustiva. Pero si hubiera recurrido sólo a la documentación me habría salido un informe notarial de los personajes. Inventarles el alma es el trabajo del novelista. Y yo procuré hacerlo sin traicionar la verdad.
Hay quien asegura que cuando escribe sobre otras personas “vivas” termina enamorándose de ellas, las idealiza. ¿Le ha ocurrido algo parecido con esta novela?
Digamos que me he sentido muy a gusto en su compañía. Durante meses los he llevado pegados a mis talones. Pero no creo que los haya idealizado. Lo que si es cierto es que tanto Robert Capa como Gerda Taro tenían un alto concepto personal de la vida, como la leyenda que uno se forja. Ellos inventaron su propia leyenda, es verdad, pero supieron estar a la altura y fueron fieles a ella hasta sus últimas consecuencias. Los dos.
'Esperando a Robert Capa', ¿es una historia de amor en un mundo que se desmorona? ¿Un homenaje a unas personas, a la fotografía, a una forma de hacer periodismo? ¿Tal vez un poco de las dos cosas? ¿O, ni más ni menos que una novela?
Además de una historia de amor en un mundo que está apunto de saltar por los aires es también un duelo de rivales entre dos grandes fotógrafos y ella, desde luego no era una mujer que estuviera dispuesta a ceder un palmo de su territorio. Todo eso además en medio de una guerra. Respecto a los homenajes, bueno, a veces las novelas también sirven para eso. Para saldar cuentas, para saber quién eres y dónde estás. Trato de ser leal a mí misma. Pero no pretendo dar lecciones a nadie, ni convertir a los protagonistas en referente moral de nada. Cuento las historias que quiero contar e intento hacerlo lo mejor que sé. Ese es mi compromiso. Si luego el lector proyecta en mi novela su mundo o su ideología, ya no es asunto mío.
En la novela ¿intenta conocer un poco más y mejor a Gerta Pohorylle y André Fiedmann o prefiere centrarse en los personajes que se crearon ellos mismos?
He tratado de recorrer la distancia entre quiénes eran y en quiénes se convirtieron. En ese camino los dos se dejaron muchos pelos en la gatera. Sobre todo ella. Gerda Taro era una mujer con muchos encuadres, casi tantos como agallas; una judía alemana de apenas metro y medio, orgullosa, disciplinada, lista y socarrona. Si hubiera tenido un poco más de tiempo, se habría convertido en un mito del fotoperiodismo igual que Capa. Pero cuando regresaba de cubrir la batalla de Brunete se le acabó la baraka. Un tanque le pasó por encima. Tenía 26 años. No sé si una novela es la mejor manera de rescatar del olvido a una mujer así, pero es la única que estaba a mi alcance. Soy novelista. Cada cual hace lo que puede.
Y para terminar, supongo que es necesario hablar del entorno de los protagonistas, de esos dos años tan importantes en la vida de España y Europa, a mediados de los años treinta...
El mundo estaba a punto de saltar por los aires. Robert Capa y Gerda Taro eran judíos y antifascistas, venían del corazón de Europa y ya le habían visto las orejas al lobo. Se dieron cuenta enseguida de que la guerra de España era el preludio de lo que se avecinaba, otra guerra mundial. Cuando las democracias europeas abandonaron la República a los pies de los caballos, vinieron a defenderla con sus cámaras, una Leica y una Rolleiflex. Con ellos nació el fotoperiodismo de guerra. Sentaron las bases del oficio con todo lo que tiene de mito romántico y de cinismo filosófico. Capa cubrió después el Desembarco en Normandía, el frente del Norte de África, la liberación de París, la primera guerra árabe-israelí… Fue una brillante generación de reporteros nómadas y apátridas que en los años 30 y 40 mostraron al mundo la cara oculta de los campos de batalla, sin tapujos. Aquellos grandes reportajes mantenían pegados al periódico a millones de lectores en todos los países. “La guerra es como una actriz que envejece”- dijo Capa en una ocasión- “Cada menos fotogénica. Cada Vez más peligrosa”. Algo dentro de él se rompió para siempre, cuando murió Gerda Taro, la mujer a la que más quiso en toda su vida. Odiaba la guerra, la muerte, levantarse en mitad de la noche, con el cansancio a cuestas, pero ya no sabía vivir de otra manera. Murió en Indochina en el 54 al pisar una mina mientras hacía un reportaje para la revista Life. Con las botas puestas.
Sobre la autora
Susana Fortes (Pontevedra, 1959) es licenciada en Geografía e Historia por la Universidad de Santiago de Compostela y en Historia de América por la Universidad de Barcelona. En 2001 se dedicó a la docencia de español en Luisiana (Estados Unidos)
y a impartir conferencias sobre literatura en la Universidad Interestatal de San Francisco. En la actualidad reside en Valencia, donde compagina la enseñanza con el periodismo y la literatura.
En 2003 fue finalista del Premio Planeta con El amante albanés, una novela que se convirtió en bestseller en España. La versión inglesa, The albanian affairs, ha conseguido el tercer premio de los 2006 Book of the Year Awards concedido en la
categoría de traducciones por la revista ForeWord de la industria editorial ndependiente. Hasta la fecha, sus obras han sido traducidas al inglés, francés, italiano, ruso, portugués, holandés, griego, noruego, polaco y turco. Con su primera novela, Querido Corto Maltés, ganó en 1994 el Premio Nuevos Narradores. En 2001 fue finalista del Premio Primavera, convocado por la editorial Espasa, con Fronteras de arena. Además ha publicado Las cenizas de la Bounty (Espasa, 1998), Tiernos y traidores (Seix Barral, 1999), el cuaderno de cine Adiós, muñeca, (Espasa, 2002), El azar de Laura Ulloa (Planeta, 2006), que recibió el Premio de la Crítica en la categoría de narrativa otorgado por la Asociación de escritores y críticos de la Comunidad Valenciana, y Quattrocento, que se ha convertido en un fenómeno de ventas internacional.
Susana Fortes colabora habitualmente en el diario El País, así como en revistas de cine y literatura.