Valencia, 26/10/09
El sentimiento de culpa es inherente al ser humano; puede surgir por numerosas razones porque en él influyen factores sociales, culturales, religiosos, familiares y personales. Nos hace sentir culpables la sociedad y también la familia, la publicidad y la religión; sobre está última baste recordar expresiones como “por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa”, acompañada de fuertes golpes de pecho. Así y todo, Laura Rojas Marcos no cree que los cristianos, por ejemplo, tengan más sentimiento de culpa que los miembros de otras religiones: “Los cristianos, los musulmanes y los judíos, por ejemplo, tienen muy asimilado ese concepto de culpa, ya que la religión es uno de los factores que más contribuyen a ese sentimiento”. Y añade: “Nos sentimos culpables cuando hacemos o decimos algo que está mal, incluso cuando solamente lo pensamos, cuando comprobamos que somos incapaces de sentir el amor que deberíamos por alguien o el dolor por su pérdida. Pero también nos sentimos culpables cuando pensamos que nos sometemos a los deseos, las manipulaciones o las imposiciones de los demás. Si bien se piensa, el sentimiento de culpa está mucho más extendido de lo que parece.
Además, existen diferentes grados de culpabilidad según el carácter de cada persona, por lo que es necesario distinguir entre la culpa falsa y la culpa real”. El sentimiento de culpa –afirma Laura Rojas-Marcos, basándose en los numerosos casos que llegan a su consulta- debe ser considerado como la alegría, la tristeza o el miedo. “Forma parte de las diversas emociones del ser humano que rigen nuestra capacidad para sentirnos satisfechos y serenos internamente, o no”. Es un sentimiento global y humano que surge de la combinación de ciertas emociones básicas, como son el miedo y la aversión, que junto al complejo sentido del remordimiento y la mala conciencia desembocan en este sentimiento tan incontrolable y a menudo devastador”. Y constata,
citando a Carlos Castilla del Pino, que “el origen de la culpa es social, aunque la experiencia de la culpa sea personal”.
El sentimiento de culpa tiene, según la autora, un lado positivo al ayudarnos a distinguir entre lo bueno y lo malo y a tener en cuenta los sentimientos de los otros; una persona carente de conciencia de culpa puede convertirse en un criminal sin escrúpulos, como parece ser el caso de algunos terroristas o asesinos especialmente sanguinarios, personas que son psicópatas en sentido estricto. En efecto, “Hitler no debía sentirse culpable por lo que hizo y existen muchas personas libres de remordimientos y de sentir responsabilidad por sus actos: son los llamados psicópatas sociales, personas que pueden llegar a ser muy peligrosas”.Lo malo es cuando “la culpa deja de tener un propósito constructivo y nos flagelamos a nosotros mismos de forma exhaustiva y sin compasión”. Entonces “nos convertimos en nuestro peor enemigo. El sentimiento de fracaso unido al remordimiento, sea en el ámbito laboral o en el personal, van cogidos de la mano del sentimiento de culpa”.
Una buena manera de distinguir entre el sentimiento de culpa positivo y el negativo o perjudicial es pensar en el origen de tal sentimiento. Sentirnos avergonzados o culpables por algo que hemos hecho no es malo porque nos brinda la posibilidad de actuar de un modo distinto y enmendar el error. Sentirnos avergonzados por lo que somos no nos deja salida, porque “somos como somos”.
El sentimiento de culpa está íntimamente unido a una necesidad imperiosa del ser humano, que es la de sentir la aprobación de los demás; una necesidad lógica, pero que puede convertirse en una trampa peligrosa. Y añade Laura Rojas Marcos que “la culpa va muy unidad a la responsabilidad. Las personas que culpabilizan a los demás no hacen nada por mejorar su situación, por lo que es fundamental rodearse de personas que
saquen lo mejor de cada un”.
Sobre la autora
LAURA ROJAS MARCOS nació en Nueva York en 1970, pero se trasladó a Sevilla en 1978. En 1989, después de estudiar durante un año Humanidades en la Universidad de la Sorbona de París, regresó a Nueva York, donde se licenció en Psicología en la Universidad de Nueva York y cursó el Master en Psicología por la Universidad Albert Einstein de Yeshiva..
Tras los atentados de las Torres Gemelas fue voluntaria de apoyo para la Cruz Roja y colaboró en el Proyecto Libertad, un programa creado por el Gobierno federal estadounidense para ofrecer asistencia psicológica a las víctimas del atentado del 11-S. Desde 2002 reside en Madrid, donde trabajó como coordinadora del programa La Vida es Cambio. El Cambio es Vida en la Fundación ”la Caixa” hasta diciembre de 2006. En la actualidad mantiene una consulta privada de psicología y colabora con instituciones
dedicadas a diversos temas sociales y de salud mental. En 2007 publicó Hablar y aprender en Aguilar.



