OpiniónValencia, 13/01/2009
En economía, hay medidas que no se toman por el hecho de que “vendan”, sino porque es ineludible llevarlas a cabo. Si en el tema de la Ciencia y la Tecnología el nuevo Gobierno no adopta una actitud decidida al respecto −siendo como es, pues acaba de demostrar que es capaz de fajarse ante la opinión pública− tendremos que pensar que en el fondo no acaba de comprender la gravedad que tendrá para la historia de España la prolongación del estado de raquitismo en que malvive el sistema Ciencia-Tecnología español.
Es evidente que el Estado tiene una cierta idea de la importancia del tema que nos ocupa, faltaría más, pero parece que ninguno de los gobiernos que hemos tenido ha sido capaz de comprender la gravedad histórica del momento en el que nos encontramos, pues la Ciencia y Tecnología son los motores necesarios para aumentar nuestra competitividad. El gran problema de nuestra Ciencia, por encima de todo, es cuantitativo, siendo escandalosamente anémico en relación con nuestra renta y demografía.
De esta situación, se desprende una consecuencia que debe ser un tremendo aldabonazo para la conciencia de nuestros gobernantes y para su responsabilidad histórica: por primera vez en España tenemos un sistema Ciencia–Tecnología completo (aunque exiguo) y tenemos ya preparados a los científicos cuya incorporación empezaría a situar en niveles decorosos nuestra investigación científica. Sólo falta la decisión política de financiar estos desarrollos.
El programa electoral del actual Gobierno recogía la promesa de duplicar la inversión en I+D+I durante su nueva legislatura. De ser esto cierto, España se situaría a la cabeza del crecimiento no sólo dentro de Europa, también de la OCDE. Este tirón necesita de la iniciativa privada, que deberá de pasar del 50 % de la inversión. En el último informe de la Fundación Cotec sobre la situación de la Innovación, se constata que las empresas españolas de los sectores de media-alta y media tecnología han aumentado su peso en los mercados internacionales, principalmente por incorporación de tecnología ajena y mejora del capital humano. En cambio, en los sectores de alta tecnología se detecta un estancamiento.
El número de empresas que realizan I+D de manera sistemática ha aumentado sensiblemente en los últimos años. Sin embargo, el porcentaje de gastos de I+D sobre los gastos de innovación de las empresas grandes y medianas es mucho menor que para la media europea. Al contrario que en el resto de Europa, en España la creación de nuevas empresas de base tecnológica todavía no se ha convertido en una vía de modernización del tejido empresarial. Lo que sí se ha producido es una modernización de la organización de la empresa en busca de una mayor competitividad. Además, también se ha reconocido que la tecnología es uno de los factores que contribuye a esta mejora.
Aunque los fondos públicos de la Administración General del Estado destinados al fomento de la innovación han crecido, este aumento se ha debido fundamentalmente a las partidas destinadas a créditos, que en el 2004 suponían ya más de la mitad del presupuesto. Por su parte, las Comunidades Autónomas van tomando protagonismo en la financiación de la I+D y, especialmente, en las otras actividades de innovación. Sin embargo, la coordinación de estas políticas ha sido poco operativa y la sociedad española no ha aumentado el interés por la ciencia y la tecnología. Es necesario que el sistema educativo mejore desde sus inicios el aprendizaje de las bases científicas y humanísticas, que son fundamentales para una sociedad innovadora.
Hay que ser conscientes de que estamos en un momento crucial para el desarrollo económico de España, por lo que es fundamental para alcanzar la modernidad, el progreso, la competitividad y el empleo apostar firmemente por la I+D+I.
José Mª Guijarro y Jorge
Subdirector del Instituto Tecnológico
de Óptica, Color e Imagen (AIDO)
Doctor en Economía
